Sin ir más lejos, hace solamente unos días, investigadores de la Universidad de New York publicaban un artículo en la revista Clinical Infectious Disease demostrando que la obesidad es un factor de riesgo para que pacientes de 60 años hospitalizados por COVID-19 tuvieran peor pronostico que los pacientes con normopeso. Así, el 2 de abril la revista Nature Reviews Endocrinology publicó un artículo titulado “La unión endocrina y metabólica con la infección del coronavirus” donde se hace un llamamiento a la necesidad de que se debe garantizar un control metabólico temprano y completo en todos los pacientes afectados por COVID-19.
La relación del sobrepeso y la obesidad
Con la infección por virus y bacterias no es un tema que pueda sorprendernos. Como ejemplo, en California cuando ocurrió la aparición del virus de la influenza A (H1N1), detectado inicialmente en los Estados Unidos pero que posteriormente se propagó a otros lugares del planeta, el 61% de los pacientes que fallecieron eran obesos. Por eso, esta preocupación desde el comienzo de conocerse la existencia de la enfermedad sobre la importancia del control metabólico de los pacientes infectados es fácilmente comprensible. Entre otros factores, que, después, analizaremos brevemente, las modificaciones del metabolismo celular van a comprometer de forma importante el sistema inmunitario.
Evidentemente, el sobrepeso, la obesidad y dos de sus principales comorbilidades, la diabetes mellitus tipo 2, y la hipertensión son situaciones en las que las alteraciones metabólicas tienen un papel fundamental y que, junto con la edad, se han identificado como los factores de riesgo que con más probabilidad más están influenciando la evolución de la enfermedad.
Los mecanismos por los que el sobrepeso y la obesidad favorecen el peor pronóstico en los pacientes positivos para COVID-19 realmente no se han estudiado de forma específica. No obstante, no es difícil imaginar que una de las causas sea la inflamación.
Se ha determinado que la evolución peor de los pacientes infectados parece relacionarse con una denominada “tormenta inflamatoria” donde probablemente el propio organismo al tratar de defenderse del virus provoca una verdadera “tormenta citoquínica” que lo que realmente hace es autodañar órganos como el riñón, el corazón y evidentemente los pulmones. En este sentido, es bien conocido que el exceso de grasa se asocia a un estado pro-inflamatorio, que podría fácilmente incrementarse ante la infección por el virus.
El sobrepeso/obesidad se han relacionado con una mayor incidencia de enfermedades pulmonares, como el asma, la enfermedad pulmonar obstructiva crónica o el síndrome de apnea hipopnea del sueño lo que significaría en esos casos que el virus se encontrará con pacientes que tienen ya problemas en el funcionamiento del pulmón, lo que aumentará el riesgo en ellos de una peor evolución si son infectados por COVID-19.
Hemos comentado la preocupación por la capacidad metabólica en relación con la infección de COVID-19.Si hablamos de capacidad metabólica tenemos que contemplar a las mitocondrias. En las mitocondrias reside la capacidad de la célula de generar el ATP, podríamos decir que son los pulmones de las células para conseguir la energía que estas necesitan para su normal funcionamiento.
En nuestro conocimiento no existen datos publicados en la literatura científica sobre si COVID-19 ataca también a la mitocondria. No obstante, si existen esos datos para otras infecciones virales. Por ejemplo, un factor de virulencia del coronavirus del síndrome respiratorio agudo severo (SARS-CoV), llamado ORF-9b (del inglés Open Reading Frames: Marco de Lectura Abierto) induce la degradación de la proteína DRP1, lo que significa que las mitocondrias no puedan completar su ciclo vital que las ayuda a reproducirse dentro de la célula y esto, además, parece relacionarse con que se limite la respuesta del interferón en la célula contra el virus.
El genoma del COVID-19 inicialmente parece ser similar al de los coronavirus típicos y contiene al menos diez marcos de lectura abiertos (ORF) y aunque el interferón alfa 2-B ha sido uno de los fármacos utilizados en Wuhan contra el COVID-19, realmente no hay aún estudios concluyentes sobre la existencia de antivirales específicos eficaces contra el COVID-19. Si el virus COVID-19 puede afectar de forma directa a la mitocondria es algo que aún no se ha señalado. Independientemente que a priori es muy probable que así sea, debido a sus características, además las personas que tienen sobrepeso/obesidad tienen menor número de mitocondrias y un número mayor de ellas son disfuncionales, es decir, no son capaces de generar el suficiente ATP, lo que las convierte en una diana perfecta para que COVID-19 dañe más a la célula impidiendo su normal respiración.
Fuente: Revista "con salud"
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